Comercio lejano y colonización

Las causas.
Cuando se trata de proponer y explicar las causas o motivos que impulsaron a los fenicios a su expansión por el Mediterráneo, hallamos una diferencia entre las explicaciones unicausales, aquellas que la atribuyen a un sólo movil, sea del tipo que fuere, y las multicausales, que recurren e diversas combinaciones de factores desencadenantes de la expansión. Desde otra perspectiva complementaria, podemos distinguir entre las explicaciones de tipo ahistórico, y por lo tanto difícilmente o en absoluto contrastables, y las que se basan en una interpretación de los datos arqueológicos e históricos.

Las primeras recurren a argumentos que suelen ser más psicológicos que socioeconómicos o culturales. Argumentos tales como el “caracter” marinero y comerciante del pueblo fenicio, que no explican los cambios producidos en el comercio y las navegciones fenicias comienzos del primer milenio. Decir que los fenicios eran marineros porque vivían junto al mar es no decir mucho y desde luego no explica su aventura marítima y colonizadora desde comienzos del Ier  milenio, sino antes.

Introduciendo algunos elementos pseudohistórios o pseudoculturales, algunas explicaciones ahistóricas pretenden encontrar una base más sólida invocando la existencia de procesos acumulativos o de una presión medio ambiental. Según éstas, la expansión fenicia por el mediterráneo sería la consecuencia final del largo desarrollo “histórico” de las navegaciones y el comercio fenicio, desde su condición inicial hasta la expansión propiamente dicha. Un proceso acumulativo en el que durante siglos se irá haciendo acopio de experiencia, descubrimientos e innovaciones técnicas que finalmente tendrán como resultado la expansión mediterránea.

Pero queda sin explicar porqué el comercio marítimo permaneció invariable a lo largo de tantos siglos, produciéndose el cambio de forma rápida en un momento determinado, y no antes o después. En ocasiones este inconveniente se pretende resolver recurriendo a los progresos en las técnicas de construcción de barcos y en el arte de la navegación. Pero la pregunta sigue siendo la misma. ¿Por que entonces, y no antes ni despues se produjeron tales avances?. Aquí topamos con el problema de la inversión causal, que nos obliga a elegir si la expansión fenicia por el Mediterráneo se mantuvo latente durante siglos para realizarse sólo a partir del momento en que las mejoradas condiciones de la construcción naval y los conocimientos naúticos la permitieron, o, por el contrario, si tales mejoras no fueron resultado exclusivo de la resolución de una serie de problemas técnicos y contaron, a su vez, con el impulso de factores de tipo demográfico, socioeconómico y político, o lo que es decir, históricos.

Mercante fenicio (Museo Nacional de Arqueología Marítima)

Objeciones similares se pueden plantear a las explicaciones que pretenden atribuir la expansion fenicia por el Mediterráneo a causas aparentemente geográficas, en las que la ausencia de un territorio “natural” de expansión, dada la configuración del país fenicio, cercado por montañas y desiertos, dejarían el mar como única alternativa. En este punto la pregunta nuevamente es ¿porqué ahora y no antes ni después se lanzaron los fenicios en su expansión comercial por el Mediterráneo?. Es obvio que la respuesta no puede ser del tipo "porque a eso les condujo su actividad de comerciantes". Parece, por consiguiente, más oportuno, desechar las explicaciones ahístoricas en favor de aquellas que recurren a argumentos que reposan sobre datos históricos y arqueológicos, y, por lo tanto, en mayor o menor medida contrastables. Estas aún pueden terner preferencia por una sola causa, o motivo principal desencadenante, o contemplar un conjunto de ellas interrelacionadas.

En el ámbito de la expansión fenicia en Occidente se han propuesto recientemente diversos modelos centro/periferia que constituyen un avance en la forma de abordar su estudio, ya que proponen algunas explicaciones que pueden y deben ser contrastada con la información que poseemos, que es cada vewz mayor. Es su carácter contrastable lo que las hace preferibles a otro tipo de explicaciones en absoluto verificables. Ha sido comunmente admitido durante mucho tiempo que la expansión y posterior colonización fenicia en el Mediterráneo obedeció a la necesidad de las ciudades fenicias de procurarse las materias primas necesarias para abastecer al artesanado del Próximo Oriente y del Mediterráneo oriental y asegurar de paso la circulación de metales en los contextos económicos de aquellas regiones. Entre los estímulos más poderosos se ha citado a menudo la presión de Asiria por medio de las exigencias tributarias respaldadas por campañas militares. Ahora bien, los indicios de un cambio en el contenido y los horizontes del comercio fenicio, hasta entonces de carácter regional, así como los inicios de la expansión o "diáspora" fenicia por el Mediterráneo, que con toda seguridad no son posteriores al siglo IX a. C., son previos a la expansión de Asiria por lo que difícilmente han podido ser originados por ésta.

Dejando a un lado incluso la cuestión de la precolonización y la fundación de Gadir, las dataciones radiométricas calibradas procedentes de los asentamientos fenicios de las costas andaluzas proporcionan fechas entre el 894 y el 835 a. C. como las más antiguas, anteriores, por tanto, a las campañas de Assurnarsipal que en el 875 a. C. obtenía el tributo de Tiro, Sidón, Biblos y Arvad, o coetaneas a las de su sucesor Salmanasar III. Tras la muerte de este último y hasta la llegada al trono de Asiria de Tiglat -Pilaser III en el 744 a. C, sólo en una ocasión, en el 805 a. C., fue pagado el tributo exigido por Adad-Ninari III. Durante este tiempo Asiria se debatía en una crisis interna de grandes proporciones lo que facilitó la independencia de las ciudades fenicias, que habían rehusado pagar tributo a Shamshi-Adad V, padre de Adad-Ninari. Pero, por otra parte, la política de exigencia de tributos no era nueva. Durante los siglos anteriores a la crisis del 1200 a. C. había sido ampliamente practicada por los imperios circundantes, como Egipto, Mitanni o Hatti. ¿Por qúe causa no desencadenó entonces una expansión marítima similar a la de comienzos del primer milenio a. C.?. En donde realmente encontramos novedad en el comportamiento de los grandes Estados orientales respecto a las ciudades fenicias es en la política de conquista inagurada por el asirio Tiglat-Pilaser III, pero por aquel entonces la expansión maritima y la colonizacion fenicia en el Mediterráneo llevaban mucho tiempo en marcha.

También recientemente se han propuesto causas internas como desencadenantes de lo que hoy se llama "diáspora comercial fenicia" por el Mediterráneo. La perspectiva que enfatiza los factores internos frente a las presiones del exterior parece más adecuada, ya que tiene en cuenta el papel que desempeña el comercio lejano como modo de tranferir riqueza entre lugares distintos, entre formaciones sociales diversas, incidiendo en la existencia de factores limitadores o restrictivos, y más directamente en las condiciones sociales, políticas y económicas existentes. Por ello, si a comienzos del primer milenio se puede detectar una transformación en el contenido y la extensión del comercio marítimo fenicio, siendo sustituidas las riquezas naturales y los "objetos de lujo" por toda clase de manufaturas y ampliandose al mismo tiempo sus horizontes geográficos, debió ser por otro tipo de motivos que la supuesta presión de los imperios circundantes, aún inexistente, y más directamente relacionados con las propias condiciones internas de las ciudades fenicias.

La expansión mediterránea.
Sirviéndose de sus conocimientos de los astros y de una serie de mejoras en la construcción de barcos y en la técnica de la navegación, como el casco de cuadernas que permitía un diseño alargado que hacía las naves más marineras, los fenicios se lanzaron a su expansión marítima en el Mediterráneo en busca de las materias primas y las riquezas que su comercio precisaba. Los contactos previos con los micénicos pudieron reportarles informes de utilidad. Los inicios de la expansión se remontan, al menos, al siglo X a. C en que comienza una primera etapa de índole precolonial. No se trataba, en aquellas fechas tempranas, de establecer factorías ni fundar colonias, lo que sucederá a partir de finales del siglo IX a. C, sino de asegurar el dominio de algunas ciudades fenicias, como Tiro, sobre las rutas marítimas que permitían cruzar el Mediterráneo. Para ello se recurrió a una tradición, atestiguada desde tiempos de Sargón de Akkad, en relación con la ideología del dominio universal. Según ella, un acto simbólico realizado en los confines del mundo, como la erección de un altar o una estela, permitía reivindicar, frente a los competidores, la conquista de tan remoto lugar y, por consiguiente, de todos los territorios y espacios intermedios. En este sentido deben entenderse las expediciones que permitieron a los fenicios de Tiro alcanzar el otro extremo del mar y fundar un santuario en Gadir, la actual Cádiz en el sur de España, donde se hallaban, según el mito, las Columnas de Melkart.

Partiendo de sus costas, la expansión marítima hacia Occidente, en donde los fenicios accederían a las riquezas mineras de Tartessos, el estaño de las islas Cassitérides y el oro y marfil africano, se realizó avanzando de isla en isla. Desde Chipre hasta Rodas y Creta que facilitaban el acceso a los archipiélagos y el continente griego, para desde allí alcanzar con facilidad las islas del Mediterráneo central, Malta, Sicilia, y las pequeñas Gozo, Pantelaria y Lampedusa, frente a la costa norteafricana. De allí a Cerdeña y finalmente las Baleares, en particular Ibiza, desde donde se alcanzaba el litoral meridional de la Península Ibérica, las costas de Tartessos, y el N. de Africa, lugares todos ellos que fueron luego colonizados por los fenicios.

En el curso de aquella gran expansión los fenicios difundieron por el Mediterráneo el conocimiento de la escritura alfabética, que los mismos griegos tomaron de ellos, junto con otros elementos y técnicas de la cultura orientalizante, como el conocimiento del hierro y el vidrio, y fundaron numerosas factorías y colonias, algunas de las cuales fueron, como Gadir, o Utica, las más antiguas ciudades de Europa y el Africa septentrional respectivamente. Motia, Solunto y Panormo en Sicilia; Nora, Caralis, Tharros y Sulcis en Cerdeña; Cartago, Sabratha, Leptis, Hadrumentum, Lixus en el Norte de Africa; Gadir, Sex, Abdera, Malaka, Baria en la Península Ibérica, por no citar sino las más importantes, convirtieron durante siglos el Mediterráneo en un mar fenicio.

Desarrollo del comercio lejano
La expansión marítima, con la fundación de factorías y colonias proporcionaba una infraestructura nueva que permitía los contactos con paises lejanos. El cambio resultó tan notable, acompañado de las innovaciones técnicas en la construcción de barcos y el arte de navegar que lo hicieron posible, que es preciso preguntarse una vez más por sus causas. El comercio lejano desarrollado por los fenicios desde comienzos del primer milenio a. C no puede sino constituir una respuesta a una situación histórica concreta, más que ser el resultado de un "espíritu emprendedor", consecuencia de tantos siglos viviendo junto al mar, o de una evolución "natural" de las anteriores prácticas comerciales. Una situación histórica que estaba caracterizada por un desequilibrio población/recursos, que no debe entenderse mecanicistamente, aunque la pérdida de territorios, la deforestación y la presión demográfica hayan constituido factores de fondo, sino como consecuencia de las relaciones sociales y políticas establecidas.

Desde muy antiguo, las ciudades de lo que desde comienzos de la Edad del Hierro conocemos como Fenicia, asentadas en un medio en el que a menudo hubo dificultades para obtener el excedente que garantizara la estabilidad de los sistemas tributarios-palaciales, lo que causaba diversas crisis periódicas con retrocesos de la urbanización y huida al territorio "nomada" de los empobrecidos habitantes de las ciudades (hapiru ) agobiados por las servicias y la dureza de la imposición fiscal y las prestaciones personales, hubieron de recurrir al comercio especializado como modo de compensar tal situación. Pero el cambio que se produjo en dicha actividad comercial tras la superación de la "crisis" que puso término a las economías de la Edad del Broce hace sospechar un agravamiento de la eficacia para extraer el excedente. En todo caso en un momento no posterior al siglo X a C. los textos bíblicos (I Reyes, 5, 11) nos muestras una situación en la cual algunas ciudades fenicias, como Tiro, precisan adquirir alimentos de los paises de su entorno, al tiempo que dan muestras de una cierta inquietud territorial.

Un comercio de este tipo, en el que los fenicios ya no actúan sólo como intermediarios en el tráfico de productos exóticos y de lujo y como abastecedores de la madera de sus bosques, sino que precisamente persigue un abastecimiento agrícola que las condiciones ecológicas, demográficas, tecnológias y socioeconómicas de sus ciudades no son capaces de asegurar, hubo necesariamente de impulsar la búsqueda de materias primas necesarias para, bien en forma nativa o manufacturadas, servir como medios que garantizaran el intercambio. Ello explica porqué entonces, y no antes, los fenicios se lanzaron a su expansión mediterránea, a fin de transferir desde una periferia cada vez más lejana la "riqueza" que asegurara los intercambios con su entorno inmediato y la estabilidad de sus ciudades.


En tal contexto, el comercio lejano desarrollado por los fenicios desde comienzos del primer milenio constituía una respuesta a una situación histórica concreta, más que un resultado del tantas veces atribuido "espíritu emprendedor", consecuencia de tantos siglos viviendo junto al mar, o de una evolución "natural" de las anteriores prácticas comerciales. Una situación histórica que aparece caracterizada por un desequilibrio población/recursos, que no se debe entender de forma mecanicista, aunque la deforestación y la presión demográfica hayan podido constituir factores de fondo, sino como consecuencia de las relaciones sociales y el ordenamiento político establecidos.

Ahora bien, esta "variable" demográfica no debe ser considerada en un sentido mecanicista, sino inserta en unas determinadas relaciones sociales de producción que no sólo determinan la forma de apropiación de la riqueza sino también, y de acuerdo con ello, los límites de la capacidad de sustentación misma. Tales relaciones sociales de producción se vieron afectadas por el declive del modo de producción palatino a finales de la Edad del Bronce, lo que favoreció la formación de una aristocracia poseedora de sus propios medios de producción y no dependiente del palacio, proceso paralelo a la concentración de la propiedad de las tierras, antiguas concesiones palatinas, en sus manos.

El comercio fenicio de este periodo tenía como una de sus prioridades lograr un abastecimiento de productos agrícolas de los países del entorno, necesidad impuesta por el crecimiento de la población y la caída de los rendimientos agrícolas a causa de la deforestación, el sobrepastoreo y la intensificación de la explotación de las tierras cultivables, finalmente agravados por las correrías de los ejércitos asirios y babilonios, asi como la adquisición de metales y otras materias primas en los países lejanos. Este abastecimiento de materias primas, sobre todo metales, era igualmente importante y podía ser utilizado, además, como contrapartida de las importaciones de alimentos, bien en bruto o una vez convertidas en manufacturas. Se trataba, en definitiva, como en cualquier forma de comercio lejano, de transferir una fracción de excedente, aprovechando para ello las diferencias en costes sociales de producción de las mercancías procedentes de sistemas económicos distintos. Un intercambio desigual que se realizaba ahora con una "periferia" situada al otro lado del Mediterráneo.

La colonización.
Los comienzos de la expansión fenicia están marcados por la fundación de templos o santuarios, tal vez no muy grandes en sus orígenes, que preceden en el tiempo a las ciudades, como el de Tasos, Nora, y más concretamente aquellos de Gadir y Lixus.  La existencia tan antigua de estos últimos no debe descartarse en base a consideraciones cronológicas que están en vías de profunda revisión gracias a las dataciones calibradas de C- 14, y de argumentaciones históricas que inciden en la falta de un contexto adecuado para su existencia. Tal contexto no es otro que la ideología del dominio universal, que profundas raíces históricas en el Certcano Oriente, y de acuerdo con la cual la conquista simbólica de los límites del mundo, que se señala con un altar o una estela (¿los betylos de Melkart?), legitima la reclamación de los espacios intermedios, abriendo el camino a su ulterior control efectivo. El relato de la fundación de Gadir menciona un oráculo tirio, lo que no debe ser interpretado necesariamente, como una contaminación de procedencia helénica , sino como el indicio de una empresa promovida por un templo. Pero ¿tenía ahora el templo fenicio  funciones económicas de las que había carecido anteriormente?.  En cualquier caso, la conquista simbólica de los límites del mundo, comienza a definir una periferia lejana y un espacio propio que serán objeto de explotación económica, y no sólo mediante el comercio.

 Se trata de sacralizar el territorio der la colonia y me mantener el nexo con la metrópolis. Primero los templos, y luego las ciudades, como Castillo de Doña Blanca en Cádiz, la Fonteta en Alicante o Ibiza, con lo que la expansión y la colonización fenicia arcaica se llena de rasgos de índóle demográfica y urbana. ¿Y que hay de los territorios?. Poco sabemos de ellos, pero contemporáneamente surgen asentamientos -¿cómo los podemos llamar cuando ni los datos epigráfico ni los funerarias nos permiten considerarlos ciudades?- en todo el litoral mediterráneo andalúz, y más al norte, que tampoco son emporios, sino centros de producción para el intercambio, que se caracterizan por presentar vestigios de actividades económicas diversificadas en el aprovechamiento de los diversos recursos locales (agricultura, pesca, tíntura de la púrpura) y cuya finalidad se inserta en una estrategia diseñada para aumentar los beneficios suprimiendo los costes de transporte y almacenamiento al eliminar gran parte del trayecto entre los centros de producción y los de intercambio mediante un considerable acercamiento a estos .

Estos asentamientos no constituyen en si grandes comunidades urbanas, ya que no poseen templos, ni otra clase de edificios públicos, con la excepción quizá del “almacen” de Toscanos, ni proporcionan ningún tipo de inscripciones, y tampoco poseen necrópolis, sino pequeños grupos de tumbas que contrastan fuertemente con lo que conocemos en Ibiza, Cádiz, Almuñecar o Villaricos. Comparten un similar patrón de asentamiento que implica un conocimiento detallado del territorio y de sus posibilidades geoestratégicas y económicas, por lo que no es viable pensar que su fundación se produjera directamente desde Oriente, como se ha venido sosteniendo. Unido a lo anterior, y a la cuidadosa planificación del habitat que muestran desde un principio, como se advierte en Chorreras, Morro de Mezquitilla y Toscanos, hacen pensar en pequeñas comunidades procedentes, y no sabemos si dependientes, de las grandes ciudades de la época, Gadir, Cástillo de Doña Blanca, si no son lo mismo, o de los templos que las precedieron.

La función económica y política del territorio en los asentamientos urbanos fenicios de epoca arcaica, sean ciudades o no, es algo que los datos disponibles permiten evaluar cada vez mejor. Las fortificaciones de sitios como Alarcón o Cabezo Pequeño del Estaño implican un claro interés en el territorio circundante al asentamiento además de en la defensa del mismo y la aparición de enclaves secundarios es una prueba de su explotación. Resulta llamativo comprobar como, en algunos casos, la presencia de población autóctona en el entorno productivo más cercano no se produce hasta la instalación del enclave colonial en la costa, como se observa, por ejemplo, en el curso medio y bajo del Guadalhorce  o en el litoral occidental de Málaga, y en otros, como sucede en el resto de la costa malagueña o en el tramo de la desembocadura del Almanzora, “coincidiendo con la segunda fase colonizadora de expansión de los fenicios occidentales en el siglo VII a. C.”. Precisamente en zonas donde el impacto de la arquitectura y el urbanismo fenicio sobre las sociedades autóctonas del interior se constata tardío y superficial.

    Estos territorios, aunque en ocasiones pequeños, junto con el modelo de agricultura intensiva diversificada que parece haber sido aplicado en ellos, habrían sido suficientes para asegurar el abastecimiento de la población colonial. Los análisis paleobotánicos procedentes de sitios como Doña Blanca, Cerro del Villar o Villaricos muestran la presencia de cereales y un alto porcentaje de malas hierbas asociadas al cultivo cerealístico y sugieren un entorno donde abundaban los campos de cultivo y la realización de trabajos de trilla, cribado o tamizado del grano en el mismo asentamiento o en sus cercanías.  Los análisis antracológicos de los restos carbonizados de madera de Castillo de Doña Blanca han revelado una diversidad de taxones que implica la utilización  de espacios abiertos y de cultivo, así como marismas y zonas forestales.  De Gadir, cuyo templo de Melkart no era sino una dependencia del palacio de Tiro sabemos por las fuentes (Justino, XLIV, 5, 3) que poseía un territorio que pasó a disposición de Cartago como consecuencia de la ayuda prestada en un conflicto contra las vecinas poblaciones autóctonas, lo que una reciente investigación ha venido a constatar de forma bastante evidente. Pero es preciso, sin duda, seguir avanzando en el conocimiento de todos estos territorios coloniales.

Aunque la explotación agricola y ganadera de los recursos locales y el control de los territorios próximos está bién constatado en algunos casos, está claro que sitios como Cerro del Villar, Morro de Mezquitilla, Toscanos o Villaricos, no son simples conglomerados de granjas. A todo esto debe añadirse la evidencia de un aumento de su tamaño y población desde mediados del siglo VII a. C. y las muestras de desigualdad social. En efecto, tanto las tumbas como el habitat proporcionan, a partir de un determinado momento, indicios de una composición social heterogénea en la que destaca una elite que se entierra en las lujosas tumbas de cámara de Trayamar y reside en grandes casas en Morro de Mezquitilla, Cerro del Villar y Toscanos. En este último lugar, el denominado “edificio C”, ubicado en medio de un entorno caractereizado por un habitat muy jerarquizado, sobrepasa por su arquitectura monumental y pública la de los edificios de almacén conocidos en Oriente y su estructura sugiere, además de la de almacenamiento, una función más compleja de tipo administrativo. En sus proximidades se levantan las mejores viviendas del asentamiento que se distinguen por su gran tamaño y elevado número de habitaciones. En el Cerro del Villar una serie de estructuras arquitectónicas pertenecientes a viviendas se abren a una amplia calle rectinea por medio de pequeñas tiendas y talleres. Todos estos, junto con la aparición de pequeños pesos de plomo que forman parte de un sistema de pesas y medidas, son rasgos propios de un estilo de vida urbana que caracterriza a muchos de estos asentamientos.

Abul

    Distinto parece el caso de Abul, un asentamiento empórico de mediados del siglo VII a. C. situado en la margen derecha del paleoestuario del Sado, entre Setubal y Alcacer do Sal, y dominando completamente su antigua desembocadura. Las excavaciones han revelado, junto a los restos de dos casas fenicias separadas por una calle, un complejo arquitectóniomuy similar al de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz) y, como éste, con claros paralelos en Oriente. Además de los vestigios de una actividad productiva (agricultura, cría de ganado, pesca y marisqueo) y cierta artesanía textil y metalúrgica que aseguraban la autonomía a los colonos, están bién documentadas las actividades comerciales tal y como muestran, además de las estructuras consideradas como almacenes, las numerosas cerámicas de importación halladas en el yacimiento. Nos encontramos aquí  ante otro ejemplo de urbanismo sin ciudad, pero de carácter distinto al de asentamientos como Toscanos, Morro de Mezquitilla o Cerro del Villar. Un edificio cerrado de planta cuadrangular, protegido con un muro construido con dos paramentos de grandes bloques que delimita una superficie cuadrada de 22 m  de lado, con un  pequeño edículo o altar en el centro del patio en torno al que se disponen las estancias y estratégicamente situado entre los poblados autóctonos de Setubal y Alcacer do Sal, y que parece que reune, a una escala ciertamente reducida, todas las carácteristicas de lo que Polanyi denominó como “port of trade”. Una singular manifestación de urbanismo “difuso”, en espera de conocer más datos procedentes de su entorno.