Las ciudades fenicias de época arcaica

Ciudad y comunidad cívica.
Como también se ha señalado acertadamente, una de las características fundamentales de la ciudad es la manifestación pública de la comunidad cívica que la integra. Pero en este caso tenemos un problema, ya que los espacios públicos de las ciudades fenicias arcaicas, ante la falta de restos arqueológicos de edificaciones de este caracter, pueden resultar díficiles de detectar. En un urbanismo arcaico de tradición oriental, aún no sometido a procesos de “helenización” ni dependiente de una planificación “hipodámica”  el espacio destinado a la reunión de los ciudadanos no será tanto una amplia plaza, a la manera grecorromana, cuanto los aledaños  de la puerta principal de la ciudad. Es en este sentido, junto con la planificación urbanística que implica, además, por supuesto, de su caracter defensivo, más que a la propaganda, que debemos interpretar la presencia de murallas con torres y bastiones en Castillo de Doña Blanca y la Fonteta. En esta ultima existen además algunos indicios que nos permitirían sospechar la existencia de un santuario. Otra característica interesante es la presencia de una fortificación avanzada en el Cabezo del Estaño, con foso de sección triangular y muralla de casernas, igualmente presentes en Doña Blanca, con lo que supone de interés por el control del territor.

Gadir.
    Por otra parte, la relación de Castillo de Doña Blanca con Gadir, aunque polémica en su función, parece clara. Gadir, cuya fundación en fechas remotas y discutidas conocemos por los testimonios de Veleyo Patérculo (1,2,3), Mela (III, 6, 46) Plinio (N.H., XVI, 40; XIX) o Diodoro (V, 20) no ha proporcionado aún evidencias arqueológicas similares a las de Doña Blanca o La Fonteta, si bien los recientes descubrimientos arqueológicos en el solar de El Cómico suponen un avance más que considerable. Alli han aparecido restos de la ciudad del siglo IX a. C. con ocho casas organizadas en torno a dos calles en lo que por aquel entonces era la isla de Eretheia, separada por un estrecho brazo de mar de Koutinoussa. La huella fenicia también ha quedado patente en el yacimiento de la Casa del Obispo, otro de los referentes arqueológicos de la ciudad, y que fue un espacio sacralizado al meos desde el siglo VI a. C. en el que se ha documentado un monumento funerario de época púnica. Las excavaciones arqueológicas de urgencia en el solar de los antiguos Cuarteles de Varela  han dejado al descubierto abundantes restos de una gran necrópolis púnica y romana. Las estructuras funerarias están fechadas entre el siglo V a. C. y el siglo II, cuando floreció el Gades romano. La mayoría de las tumbas se corresponde con inhumaciones individuales y sólo el 20% es de incineraciones. Este descubrimiento viene a sumarse al conocimiento que se tenía de las necrópolis de la Gadir fenicia desde los años 20 del pasado siglo y a los famosos sarcófagos antropoides.

Como se ha dicho, la posición geográfica de Gadir  es bastante singular y un tanto excéntrica, por lo que se ha interpretado que no parece  haber nacido del mismo movimiento responsable de la aparición de los restantes asentamientos fenicios arcaicos en Andalucía. “Desde una visión de patrones de asentamientos fenicios, la situación supuesta de la ciudad de Gadir en Cádiz no deja de resultar extraña, irregular y apartada de los asentamientos conocidos en el Mediterráneo y costa española, que son ya numerosos”. No obstante, también se ha señalado como fuera de Andalucía “... i colloni di La Fonteta si installarono nel Castillo de Guardamar. Sul sitio, collocato in posizione strategica a controllo del territorio e della navegazione costiera, eressero in breve tempo un edificio sacro, dedicato molto verosimilmente ad Astarte. I datti raccolti permettono affermare che la fondazione di la Fonteta presenta caratteristiche molto simili a quelle documentate nell´Andalusia occidentale per la colonie di Gadir- Castillo de Doña Blanca e di Spal-El Carambolo”.
   
La singularidad de la posición de Cádiz es, por consiguiente, aparente y desaparece cuando se amplía la zona geográfica que nos sirve de referencia. Los descubrimientos realizados en lss últimas décadas de una notoria presencia fenicia en las costas atlánticas portuguesas en las que el estuario del Tajo con sitios como Santarém o Almaraz se muestra pionero, han venido a romper la imagen de su aislamiento atlántico. Por otro lado, su insularidad encuentra correspondencia en sitios como Cerro del Villar, aunque a una escala bien distinta.
   
No deja, por otro lado, de ser curioso que Gadir  haya sido la única colonia fenicia en la Península de la que se conserva un relato de fundación (Estrabón, III, 5,5) que si bien helenizado, contiene elementos claramente fenicios, como la procedencia tiria de los fundadores, el carácter oficial de la empresa y la función preeminente del oráculo de Melkart. La elección del sitio que tantas dudas a vuelto a suscitar recientemente, obedecería tanto a consideraciones estratégicas y económicas como políticas. En el extremo del mundo, junto al Océano, el surgimiento de una réplica occidental de Tiro, como es Gadir, con su centro monumental, templo de Melkart incluido, en el entonces archipiélago y la ciudad en tierra firme al otro lado de la bahía así parecen confirmarlo. Por otra parte, aunque la investigación arqueológica no ha proporcionado aún fechas de tan concreta antigüedad hay razones de peso para sospechar que precedió en el tiempo a la aparición de los enclaves coloniales de finales del s. XI y comienzos del VIII a. C. La cuidadosa elección del lugar para la ubicación de estos asentamientos, junto a la detallada planificación del habitat inicial presente en muchos casos, suponen un conocimiento previo de las condiciones y oportunidades locales que difícilmente se ha podido adquirir en Oriente o en cualquier otro lugar del Mediterráneo, por lo que suponen un claro indicio de la existencia de algún enclave occidental anterior, probablemente el centro monumental del archipiélago gadeirita.
    
Ebussus
Por lo que respecta a Ebussus, otra fundación arcaica, según Diodoro de Sicilia (V, 16, 2-3) los cartagineses habían fundado una colonia en Ibiza en el año 653 a. C. Durante mucho tiempo se consideró cierta esta noticia. Es preciso destacar que en su libro sobre las islas, Diodoro apenas da datos cronológicos concretos y en este caso constituye una de las pocas excepciones que han hecho pensar que su narración depende en este punto de una fuente bien informada, que podría ser Timeo. Como ha observado muy bien P. Barceló  en este texto de Diodoro hay referencias a dos situaciones distintas en el tiempo, y así dice que es una colonia de los cartagineses, pero que estaba habitada por los fenicios originalmente, lo que precisamente han venido a confirmar los datos arqueológicos. Efectivamente, hallazgos y excavaciones, así como una nueva valoración de los datos procedentes de las más antiguas han venido a confirman la antigüedad de la fundación, aunque no su carácter cartaginés. Los descubrimientos arqueológicos han confirmado la existencia de una temprana presencia arcaica fenicia en Ibiza, en sitios como Sa Caleta, la bahía de Ibiza, y en la necrópolis de Puig des Molins, que por el tipo de materiales encontrados parece más vinculada a la población  de los asentamientos fenicios occidentales que a la propia Cartago.

    De mediados del siglo VII a. C. o un poco más tardíos, hacia el 630 a. C.,  son los materiales fenicios más antiguos descubiertos en Sa Caleta y en la bahía de Ibiza, que sugieren un asentamiento de fenicios occidentales procedentes de la zona del Estrecho de Gibraltar. Sa Caleta, un asentamiento dedicado a la extracción de galena argentifera, sorprende por su urbanística improvisada y arcaizante con un sistema basado en la yuxtaposición de estancias sin ningún genero de orden en cuanto a la orientación con respecto a sí mismas y a los puntos cardinales, separadas entre sí por espacios, en ocasiones exiguos, comprendidos entre las distintas construcciones, dando lugar a estrechas calles de orientación variada y pequeñas plazas de plan irregular y superficies variables. Este asentamiento tuvo una corta vida, lo que algunos interpretan como un abandono en favor de la mejor posición que presentaba Ebussus, mientras que otros consideran a ambas coetáneas.

    En el primer cuarto del siglo VI a. C. Sa Caleta se abandona y se produce una restructuración integral de la población, con el consiguiente crecimiento del asentamiento del Puig de Vila, dominando la bahía de Ibiza y donde no sólo disponían del mejor puerto de la isla, sino de un entorno cercano propicio para la explotación agrícola. En el Puig des Molins se manifiestan durante la primera mitad del siglo VI a. C. diferencias significativas que atañen tanto al tipo de sepultura, con la aparición cada vez más numerosa de fosas, como  los rituales, con prácticas más elaboradas que incluyen la ofrenda de un animal, la colocación de una lucerna sobre las brasas ardientes, rotura ritual de vajilla y libaciones. También hay diferencias en los ajuares, desde las tumbas más pobres, sin ningún ajuar o con una sola ampolla de aceite perfumado a las más ricas que pueden contener un kantharos  de buchero  etrusco. Todo parece indicar que se está produciendo una cierta diferenciación social en el seno de la comunidad originaria.

Tavira
En Tavira, en la margen derecha del río Gilao (Portugal), se han documentado igualmente las dos fases de construcción de una muralla fenicia arcaica con muros que se yuxtaponen y datan de la segunda mitad/finales del siglo VIII a. C. En su primer momento constructivo esta muralla tenía cerca de cuatro metros de anchura, mientras que en su segunda fase oscila entre los 3,5 y 5, 5 metros de espesor y adopta la técnica de casernas, construida con piedra calcárea someramente desbastada. Su cara exterior se reviste de un paramento de piedra que se organiza en una línea inclinada siguiendo un ángulo de 70-80º. Tampoco se trata de una obra defensiva insignificante como podría ser el foso que en un principio protegía el asentamiento de Toscanos, y que “marca el límite del asentamiento e impide cualquier tipo de acción por sorpresa, pero no estaría en condiciones de rechazar un ataque bien organizado por parte de la población indígena”. Otros hallazgos en esta misma localidad procedentes del Palacio da Galeria sugieren la existencia de algún tipo de santuario.

La Fonteta
    Un panorama similar, aunque de fecha más tardía, nos encontramos en La Fonteta (Guardamar del Segura, Alicante), donde dada la reutilización de diversos materiales, como restos de molduras arquitectónicas formando gola y casi una decena de estelas-betilo en la muralla que comienza a construirse hacia el 630 a. C. se advierte claramente la premura de los trabajos y la existencia de una amenaza inminente. Cabe la posibilidad de la existencia en algún otro punto de una muralla más antigua, cuyo perímetro no coincide con el más reciente, en el que se puede contemplar un cuerpo central de 4,5 a 5 m. de ancho con paramentos verticales construidos con piedras de diverso tamaño. Ese cuerpo central está ceñido, en los puntos mejor conservados por dos cuerpos en talud de una anchura en torno a 1 m. en su base, lo que conferiría a ésta una anchura total cercana a los 7 metros.


Al igual que en Doña Blanca y en el Cabezo del Estaño, el flanco exterior de la fortaleza presentaba a 4 m. de distancia un impedimento complementario contra posibles asaltos: un foso de sección triangular de 2,5 m. de ancho. Es seguro incluso, a juzgar por los restos observados en algunos puntos, la existencia de un glacis de barro entre el forro en talud externo y el borde del foso, lo que impedía aún más el acceso y el minado de las murallas, a la vez que protegía de las fuertes lluvias la estructura defensiva. En cualquier caso la reutilización de materiales antiguos en la construcción de esta muralla, algunos de ellos procedentes sin ninguna duda de algún recinto sacro, sugiere un trabajo realizado con prisas, lo que explicaría que su base, en la que se clausura un floreciente taller metalúrgico, no fuera la suficientemente compacta y firme por lo que se emplearon tirantes de amortiguación, y una situación de alarma ante una amenaza considerable, pues hizo falta reforzarla con un foso y un terraplén.

La ciudad, que se funda en la segunda mitad del siglo VIII en un paleoestuario muy distinto de la línea de costa actual, es abandonada a finales del VII a. C. probablemente como consecuencia del avance de las dunas propias del entorno.

Adra
   Abdera (Adra), Almería,  equivale a la población citada por Strabón. III, 4, 3: Ábdera, quién destaca su carácter de fundación fenicia. Otras fuentes antiguas (Plin. nat. III, 8: Abdara, y Mela II, 94), la mencionan en su descripción de la costa bética mediterránea.  Por su parte, Ptolomeo (II, 4, 7) que la menciona como Ábdara, la sitúa en el territorio de los bastoúloi poinoí. El Ravenn. 305, 3. 343, 10: Aderia, y el Lib. Guid. 515, 16, la nombran como una civitas situada entre Carthago Nova y Baelo.

El Cerro de Montecristo está situado en la desembocadura del antiguo río Adra a 49,38 metros el nivel del mar. Sobre él se sitúa la antigua ciudad fenicia de Abdera. Su modelo de asentamiento responde al modelo peninsular: con un fondeadero natural y un área circundante de posibilidades agrícolas y mineras. Las escorias y toberas halladas en las intervenciones arqueológicas así lo demuestran. Además también explotaron recursos marinos y de comercio. Tenemos referencias de ambas actividades en los motivos de las monedas, procedentes de su propia ceca que empezó a emitir entrado ya el s. II a.C.

La situación de la necrópolis es todavía una incógnita, aunque tenemos noticias de ella por el hallazgo de un vaso de alabastro en el mismo cerro. Está fechado entre los siglos VIII y VII a.C.. Se conocían en esta localidad los restos de muros fenicios encontrados en el Cerro de Montecristo y recientemente se ha excavado parte del paramento de una muralla que parece corresponder a finales del siglo VII y comienzos del IV a. C.

La técnica constructiva de la muralla consiste en hiladas de grandes bloques de piedra caliza dispuestos sobre una fuerte capa de mortero y grava. En algunos casos estos bloques presentan agujeros de los que realizaban los canteros para facilitar su extracción y transporte. Este tipo de aparejo se combina con mortero y piedras de menor tamaño con el fin de rellenar los espacios entre los bloques. A su vez sobre los grandes bloques calizos se dispusieron hiladas de mampuestos de menor tamaño con los que la muralla alcanzaría el total de su altura. Estamos ante el lienzo externo de la muralla, que presenta una anchura de aproximadamente 1 m o dos codos púnicos (2 x 0,52 m), sin evi- dencias de la existencia de foso. También ha sido documentada la presencia de muros transversa- les o tirantes con una anchura en torno a los 0,50 m (1 codo aproximadamente), conservándose uno de forma completa y el posible arranque de otro, dando lugar, así, a una muralla de cajones reforzada mediante el rellenado de los cajones con arcilla compactada.

 Las últimas campañas de excavaciones arqueológicas han podido documentar la fase más antigua en el asentamiento que consiste en una habitación con una superficie de 2 por 3 m aproximadamente formada por dos muros, dispuestos en ángulo recto al noroeste del corte. Dicha habitación se encuentra parcialmente destruida como consecuencia de una zanja moderna para la conducción de agua. A través de los materiales cerámicos más representativos hallados en dicha fase ha podido datarse a mediados del siglo VII a.C. 


El hallazgo de un nuevo asentamiento fortificado cercano a Abdera ha aportado nuevos datos sobre Abdera y su territorio. Este yacimiento no es relacionable con nin- gún topónimo que aparezca en los textos clásicos, ni conocemos otros yacimientos similares que hayan sido publicados y se encuentra en el paraje denominado La Sierrecilla en el término municipal de Dalías (Almería), ubicado en las estribaciones meridionales de la Sierra de Gádor (Fig. 5). Con una superficie de 5,3 hectáreas, ocupa dos colinas separadas por una vaguada o barranquera cuya altitud máxima es de 389,5 metros sobre el nivel del mar. Consiste en un recinto amurallado con un perímetro de 1.027 m formado por una muralla de doble paramento con compartimentaciones interiores16, o muralla de casamatas. Se han localizado tres bastiones, uno en la muralla norte, el segundo en la muralla noroeste y un tercer bas- tión que presenta una mayor complejidad, loca- lizado en la muralla sur. En el interior del recinto amurallado se han documentado 11 edificios exentos, de planta rectangular, compartimentados en su interior, de los que apenas se conservan una o dos hiladas de pie-dra en sus muros. La mayoría de los edificios se concentran cerca de la muralla sur, y algunos en la parte noroeste de la colina más occidental. Los materiales cerámicos indican una cronología desde la segunda mitad del siglo VI a principios del IV a. C.


Villaricos.
Corresponde an la antigua ciudad de Baria que conocemos por las fuentes antiguas: Plutarco, Apopth. Scipio Maioris 3, Valerio Máximo (II, 6, I; III,6), Aulo Gelio (IV, I,8), Cicerón add Att. 16,4,2, Plinio III, 19, Ptolomeo, 2,4,8 y Anónimo de Rávena, 305,2.

El yacimiento arqueológico de Villaricos está situado en el extremo Noroeste de la Depresión de Vera, junto a la desembocadura del río Almanzora. En época arcaica la faz del cauce del Almanzora era distinta, formaba una amplia bahía protegida por el suave promontorio dónde se ubicó el asentamiento. El patrón de asentamiento como en Abdera responde al sistema de instalación preferido de los fenicios. El entorno favorecía las actividades agrícolas, y la proximidad a las minas de Herrerías y Sierra Almagrera convertía la minería en una de las actividades principales. seguida de la explotación de los recursos marinos  y del comercio. Este último constatado en el amplio repertorio de ánforas del registro arqueológico y en la constatación de la existencia de talleres anfóricos.

A partir de las secuencias estratigráficas procedentes de las excavaciones realizadas en el casco urbano de Villaricos se han podido documentar intensa y continua superposición de sedimentos arqueológicos, sellados por una capa de escorias de mineral de hierro formada tras la fundición Carmelita.
La secuencia de ocupación fenicia abarca desde los últimos años del siglo VII a.C. hasta el II a.C.y ha sido establecida por  J. L López Castro en tres fases:
VILLARICOS I: fase fenicia urbana inicial (finales VII y siglo VI a.C.)
VILLARICOS II: fase fenicia urbana plena (siglos V-III a.C.)
VILLARICOS III: fase fenicia tardía (siglos II-I a.C.)

La primera fase se viene definida por una serie de construcciones de carácter doméstico que tienen asociados restos de pavimento y de mortero y materiales arqueológicos que constituyen un conjunto bastante homogéneo y que se puede fechas a finales siglo VII a.C. o casi ya a comienzos del VI a.C. Entre los materiales se citados se hallan: cerámicas de cocina a mano, cerámicas grises y ánforas T 10, platos, cuencos carenados y lucernas de barniz rojo. Y entre las importaciones tenemos algún fragmento de copa griega y un asa de ánfora etrusca.

La secuencia del siglo VI a.C. está representada por los siguientes materiales: cerámicas lisas, como los platos de labios grandes y cuencos de borde simple, abundante cerámica decorada e importaciones griegas del este y ánforas de tipo villaricos.

 En la primera mitad del siglo VI a.C. se documenta una fase constructiva de envergadura cuyos muros están efectuados en mampostería de lajas de pizarra trabadas    
Esta fase se corresponde en la necrópolis con algunas tumbas de incineración que se datan entre el VII y VI a.C. La segunda fase supone la ampliación de la ciudad progresiva de la ciudad que se prolongaría hasta la conquista romana a finales del siglo III a.C., extendiéndose en dirección Suroeste y Noroeste.
  
De Villaricos también se conoce su necrópolis de hipogeos asi como el reciente descubrimiento de una serie de datos que apuntan a la existencia de un cercano santuario de Astarté.

Almuñecar
Antigua Sexi Strabón (III, 5, 5: Exitanôn pólis), se refiere a ella cuando narra el segundo intento realizado por los tirios en la fundación de una colonia más allá de las Columnas de Hércules. Otras fuentes antiguas (Plin. nat. III, 8, y Mela II, 95: Ex), la citan en la descripción de la costa bética. Ptolomeo (II, 4, 7: Séx), la sitúa en la costa mediterránea, habitada por los bastoúloi poinoí.

Se puede decir que con el descubrimiento de la necrópolis arcaica "Laurita" en el cerro de San Cristobal por M. Pellicer en 1962 se inauguraba una etapa sumamente fecunda de la investigación arqueológica sobre la presencia fenicia en la Península Ibérica. Fechada en el siglo VII a. C. se trata de una necrópolis de tumbas de pozo que han proporcionado un número importante de alabastrones que eran utilizados como urnas cinerarias. Otra necrópolis de época posterior es la de Puente Noy caractereizada por tumbas de fosas e inhumaciones.


De esta localidad se conoce también u la factaria de salazones de epoca púnica de El Majuelo.

 Málaga
La antigua Malaka es Mencionada por Artemidoro (apud Steph. Byz. 429, Meineke: Maláke) y Strabón (III, 4, 2: Málaka), que destaca su carácter de mercado para los nómadas de la costa africana. Otras fuentes (Plin. nat. III, 8, y Mela II, 94) la nombran como población situada en la costa bética mediterránea. Ptolomeo (II, 4, 7: Málaka), la sitúa en territorio de los bastoúloi poinoí, y Avieno (ora 181, 426) afirma que Maenace fue su antiguo nombre. Las leyendas monetales neopúnicas documentan las formas MLK’ y MWLK’. La inscripción CIL VI, 9677, documenta el gentilicio Malacitani. 

Según datos obtenidos de las excavaciones, se sabe que el asentamiento se extendía aproximadamente desde la ladera de Gibralfaro hasta los jardines de Ibn Gabirol y la calle Císter, donde quedaba localizado el santuario fenicio, y por el sur hasta el mar, que en la época llegaba hasta el actual edificio del Rectorado de la Universidad.

La trascendencia que adquiere Malaka para los tiempos de la primera mitad del VII a.C. se evidencia con la aparición de este santuario, amortizado en fechas posteriores por la construcción de la muralla en la primera mitad del VI a.C. que ha sido realizada a base de mampuestos irreulares, muy bien careados al exterior, rellenándose los huecos con pequeñas lajas de pizarra que otorgan al conjunto un aspecto de solidez extraordinaria.Esta estructura presentaba torres adosadas. Una de ellas, que no pudo ser excavada en su tota- lidad, muestra un ancho de unos 3,5 m y un largo de más de 5 m, sin conocerse hasta el momento su lon- gitud total. En la avenida de Cervantes situaríamos el cierre meridional de la ciudad. En el antiguo edificio de Correos, actual sede del Rectorado de la Universidad de Málaga, se documenta un tramo de muro fenicio con dirección E-W, paralelo al mar, acomodándose a la orografía del terreno. Es una estructura de casernas, formada por dos cuerpos de muros y un macizado entre ambos compuesto de arcillas y grandes piedras.

La aparición de una necrópolis fenicia en la calle Andrés Pérez ha permitido establecer parte de los límites de la ciudad fenicia, ya que los pueblos semíticos tenían por costumbre ubicar los cementerios fuera de las zonas pobladas, por lo que la ciudad de Malaka debió estar restringida al área mencionada.

El santuario, con un marcado carácter urbano, estaría situado en lugar estratégico, cercano a una de las entradas de la ciudad, formando parte de un barrio, quizás todavía sin consolidar.La fase más antigua localizada en la excavación de Cister 3 - San Agustín 4 se encuentra en los niveles de base de los distintos cortes, apoyándose directamente sobre el sustrato geológico a una cota entre los 6 y 6,50 m.s.n.m. Su localización le permitiría tener una privilegiada visión de su entorno urbano. La ubicación y construcción de los altares tiene claros indicios de servirse de modelos en cuya ejecución predominan los ritos de tipo astral. El altar como forma de piel de toro tiene paralelos en los de Coria del Río, El Carambolo y Cancho Roano, con la particularidad de localizarse en un enclave de clara fundación fenicia. Al este de la capilla se ob-serva un espacio abierto que podría realizar las funciones de patio. Los datos proporcionados por el estudio de los materiales nos apuntan a una datación que podemos adscribir a un momento fenicio arcaico del siglo VII a.C.

El modelo de vivienda oriental, que se exportará a Occidente, se puede documentar a partir de los datos aportados por las excavaciones realizadas en el Museo Picasso y en las calles Císter y San Agustín, donde las viviendas fenicias presentan planta rectangular o cuadrada, con una organización interna que articula sus espacios a partir de un patio central, alrededor del cual se abren las distintas estancias. Tienen pisos superiores con techos planos, lo que permite su uso como almacenes, áreas de tra- bajo y para recogida de agua de lluvia que es conducida a cisternas o pozos. El patio central permite la ventilación e iluminación de las distintas estancias. Este patio no suele conectar directamente con el exterior, sino a través de un pasillo o vestíbulo.